En esta página puede obtener un análisis detallado de una palabra o frase, producido utilizando la mejor tecnología de inteligencia artificial hasta la fecha:
Las cosquillas son una sensación que se experimenta en algunas partes del cuerpo cuando son ligeramente tocadas, que consiste en cierta conmoción agradable que suele provocar involuntariamente la risa.[1] También pueden producirse cuando se efectúa presión en dichas zonas, y especialmente cuando lo realiza otra persona con un vínculo afectivo. Por condicionamiento, también se generan cuando el sujeto cree que va a ser tocado. Son inicialmente placenteras, pero al cabo de cierto tiempo se vuelven desagradables. Cuando las cosquillas se producen, se activa la corteza somatosensorial.[2]
Se cree que relajan y fortalecen los músculos. Por ejemplo, las cosquillas en los pies estimulan los músculos de la pierna y del pie. Al ser así, son buenas para los atletas o corredores.
Las axilas, las costillas, el cuello, las palmas de las manos, el paladar y las plantas de los pies son zonas cuya estimulación mediante cosquillas produce la risa.
Recientes estudios científicos demuestran que constituyen una parte importante del juego, de manera que, cuando se hacen cosquillas a una persona, no sólo intenta escapar y reír, sino que procura devolverlas.
El proceso de dar y recibir cosquillas obedece a una especie de programación neurológica que establece vínculos personales. Sucede lo mismo con el sexo. Es, en definitiva, una actividad comunicadora innata. Prueba de ello es que difícilmente una persona se hace cosquillas a sí misma.[3][4]
En algunos estudios se ha demostrado que no es posible autoinducirse cosquillas debido a un mecanismo (producido por el cerebelo al predecir tus propios movimientos) cerebral que anticipa los movimientos propios, que bloquea la sensibilidad provocada por tal tocamiento.[5] Sin embargo, con ayuda de un robot a control remoto que se mueva con ligeros retrasos a las órdenes recibidas sí es posible la autoinducción.[6]
A las cosquillas también se les ha denominado «reacción de miedo», por lo que el cerebro hace que el músculo "atacado" se mueva bruscamente, pero esto no evita que, en ocasiones extremas, indebidamente cause risa; es decir: más bien implican miedo de recibir sensaciones extrañas infligidas por otra persona.